Actualmente La Iglesuela del Tiétar cuenta en su término municipal con uno de los bosques mediterráneos más extensos y mejor conservados de la Península Ibérica, sus encinas, enebros y cornicabras pueblan sus cerros y valles. Constituye su naturaleza una paradoja, pues sus horst y grabben forman un paisaje germánico, poblado de especies mediterráneas. Su riqueza se extiende hasta los bosques de ribera en torno al Tiétar, con sus sauces o fresnos. Todo ello ha propiciado que la biodiversidad de su término municipal allá sido declarada Zona de Especial Conservación, que incluye Zonas de Especial Conservación de Aves, todo ello dentro de la conocida Red Natura 2000. 

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Y es que no se puede entender este pueblo sin las estrechas sinergias entre sus gentes y la naturaleza. Significativas investigaciones han destacado que en este medio natural se desarrolló lo que denominan como Triada Serrana, que propicio una especial conservación del territorio y transformación de su paisaje. Dicha triada constaba del ramoneo de los árboles para el alimento del ganado, retamas y ramas que eran transformadas en carbón vegetal, adehesando a su vez los campos para la siembra de cereales que alimentaron a personas y ganado. Todo ello domesticando el terreno con terrazas y bancales, necesarias para la plantación de olivas o la producción de verduras en sus huertos. La localización del pueblo, en un valle entre colinas y sierras, propicio un microclima ideal para el minifundio de autoabastecimiento y acopio de productos naturales. 

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Esta riqueza vegetal es posible por el alto índice de pluviosidad que posee el municipio, cercano a la media atlántica, solo que de forma estacional como es propio del clima mediterráneo de interior. Clima y vegetación que condicionó la arquitectura popular con tejados voladizos, con la utilización del granito de sus montes y los enebros de sus valles, como podemos apreciar en Tu casa de pueblo.